En este artículo Esther nos habla del renacer de Venus tras su retrogradación
Venus dejó su retrogradación e inició directa en nuestro cielo este lunes 4 de Septiembre en el grado 12 de Leo, tras haber estado retrogradando por esos mismos reinos desde el 22 de julio.
La reina del amanecer nos ha invitado en este tiempo a recapitular lo que ha significado el recién terminado ciclo de Venus en Capricornio, que iniciaba en enero del 2022.
¿Qué cimas hemos conquistado desde entonces?
¿Qué estructuras hemos empezado a poner en pie?
¿Qué retos hemos desafiado?
¿Qué relaciones hemos reconstruido en este último año y medio?
La retrogradación de los planetas - tenemos a 7 de ellos retrogradando en este momento - es una invitación a ir para adentro, un tiempo de digestión necesario para discernir entre lo que se queda y lo que se va.
¿Qué se nos ha movido en estas últimas seis semanas en nuestras relaciones, en nuestros valores y en nuestra íntima relación con nosotras mismas?
¿Qué insatisfacciones e incomodidades nos han merodeado?
¿Qué máscaras hemos sentido tambalearse, qué corazas desaferrarse por un instante de nuestro corazón?
Lilith acompaña el inicio de este renacer de Venus en Leo, dándonos el empujón que nos faltaba para atrevernos a desvestirnos de los ropajes que nos protegen, de los mantos que nos tapan y que nos resguardan ocultando una esencia que, por miedo al rechazo o al abandono, nos hemos encargado de esconder en la sombra de nuestra consciencia.
A Lilith se la conoce como la luna negra. Si la luna es la madre, el cobijo y la nutrición, Lilith es esa parte nuestra que se exilia, que se rebela ante el status quo con tal de no renunciar a su verdad. Ella representa esa parte esencial de nuestro femenino interno que, a pesar de nuestros esfuerzos por disfrazar o camuflar, no ha podido ser dominada, sometida, ni anulada.
Este nuevo ciclo de Venus, con la impronta de Leo y de Lilith, es una invitación a habitar nuestra diferencia, y a brillar desde nuestra individualidad subjetiva, sin vergüenza ni orgullo, pero con toda nuestra dignidad.
Esa dignidad pasa por la valentía de reconocer hacia nosotras mismas primero, y hacia el espejo que son nuestras relaciones después, lo que nos gusta y lo que no, lo que nos apetece y lo que no, lo que nos divierte y lo que no. El coraje de asumir y expresar nuestro propio y real deseo, nuestros gustos y apetitos. El valor de hacernos cargo de las consecuencias de caminar el camino de nuestro corazón.
Venus renace como estrella de la mañana, es ya visible en los primeros momentos del alba por el Este.
Ella es Inanna, la reina de los cielos en nosotras. Y toda la distancia que hemos podido sentir estas últimas semanas entre el amor que todo lo une y las fronteras que nos separan de nuestro propio gozo y del gozo compartido, es el lamento de Ereshkigal - la reina del Inframundo- en nosotras, pidiendo nuestra atención.
El mito sumerio de El Descenso de Innana, es una de las narrativas mitológicas que nos acompañan en el ciclar con Venus y en El Camino de Maria. Así, escuchando lo que viene del más abajo de nuestra consciencia, inicia nuestro camino siguiendo a Venus en nuestro cielo. Como Inanna, lo que nos mueve a emprender el viaje de descenso hacia nuestro inframundo es una mezcla de curiosidad, compasión y lealtad hacia nosotras mismas.
Como Inanna, no sabemos lo que nos depara el descenso, pero nuestra intuición nos re-cuerda que “los caminos del inframundo son perfectos, y no se pueden objetar”.
Y así, proveídas de toda nuestra sabiduría y nuestra fe, y atendiendo nuestra sed de autoconocimiento y verdad, tomamos la decisión de escuchar la voz de nuestro corazón y caminar a su compás, siguiendo la estela de Venus.
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